
Escuchar el cigarro consumirse, el baile de las llamas ante la provocación de la madera, la poesía del contacto de las manos con el cuerpo, o lo que nuestra propia respiración enuncia...
Puede ser el primer paso para escuchar el verdadero ritmo de nuestra alma contemplativa y serena...
Desde el silencio encontrar los sonidos...
y tararear con los ojos lo que de ellos aprendimos...